miércoles, 23 de enero de 2013


Conocer y abrirse a la música del mundo

 
 
 









Cuando nacemos y crecemos, el mundo dentro del cual vivimos, nuestro pais, nuestra communidad, nuestro pueblo, forman parte de nuestro patrimonio, de nuestra cultura.
A veces, estamos tan sumergidos en nuestra tradición, que no vemos la riqueza al exterior de nuestra cultura tradicional.
La música es una parte muy importante de nuestro patrimonio. Conocer las músicas del mundo, es aprender como viven otras personas en las diferentes partes de nuestro mundo, y eso hace que nuestra mente se abra, nos enseña a respetar a todas las culturas, a todas las etnias.

 


 
 
 

Un breve resumen de la evolución de la música:

En las sociedades primitivas la música formaba parte de las actividades comunitarias. No había autor, no había obra, no había público. Los asistentes eran casi todos participantes, y las reglas de ejecución, selección de instrumentos, ritmos utilizados, etcétera, estaban supeditados a las circunstancias de la vida social y religiosa.

Por muchos siglos la música continuó siendo una manifestación cultural colectiva, pero llegó un momento en que la comunidad comenzó a delegar su práctica a grupos especializados, dándose así la división entre músicos activos y público oyente. Sin embargo, la música seguía siendo accesible a la mayoría de las personas, dado que aún estaba asociada con los rituales y con las tradiciones sociales, por lo que, generalmente, el público era altamente receptivo y manifestaba su placer o su descontento ante el músico bueno y el músico improvisado.

Con el paso del tiempo, el público fue adquiriendo un comportamiento más pasivo debido a las innovaciones cada vez más elaboradas que iban introduciendo los músicos especializados. La actividad musical del resto de la población quedó circunscrita a la ejecución doméstica de música más o menos simplificada y accesible para los aficionados. La música se fue volviendo compleja y terminó convirtiéndose en patrimonio de una minoría selecta, social y culturalmente. Los grandes músicos comenzaron a salir del anonimato, y la forma en que dominaban una técnica elaborada y refinada les fue dando prestigio. El pueblo comenzó a apartarse de la música culta o académica que no oía mas que en las iglesias, y muy eventualmente, en las antecámaras y jardines palaciegos, y empezó a cultivar otro tipo de música transmitida oralmente y adaptada a sus capacidades y necesidades sociales. Se abrió entonces una brecha entre la música culta y la música popular, que jamás volvería a llenarse.

Durante los siglos XVIII y XIX, la música dejó de ser patrimonio exclusivo de monasterios y cortes, y se democratizó relativamente gracias a la multiplicación de los teatros de ópera y de los conciertos públicos. Sin embargo, el ritual asociado a estos sitios disuadía de asistir a una gran parte del público popular.

 
La vida musical, en la actualidad, ha llegado a ser controlada por profanos, por negociantes astutos para quienes la música es, más que un arte, un bien de consumo como cualquier otro. Estos comerciantes han decidido dividir al público musical en dos familias de tamaño desigual: los aficionados a la música culta, y los aficionados a la música comercial. Mientras que el gran público sigue la moda sin ningún discernimiento, el aficionado educado comienza a formar parte de una minoría selecta cada vez más reducida y agredida sonoramente en su cotidianidad.

 
Desde la época de los griegos se sabía que la música podía facilitar la persuasión y la armonía social; pero también, que ciertas composiciones musicales causaban pereza e incitaban a la gente a realizar actos de agresión y desorden. Incluso Platón, en su obra La República, afirma que la música puede mejorar, pero también empeorar a los ciudadanos; por lo que señala la necesidad de desterrar a algunos artistas de su sociedad ideal, afirmando que con sus obras se estimula la inmoralidad.

Ahora, más que nunca antes, existe una clara e infranqueable división entre la música como expresión artística, y la "música" que es fabricada únicamente para ser un producto comercial. Por supuesto, cuando en este trabajo se habla del valor formativo de la música y de los efectos benéficos que ésta proporciona a la vida del ser humano, nos referimos a la música de arte, a aquella que permite al individuo expresar y percibir la verdad y la belleza.

Todos los que de alguna u otra forma nos dedicamos a esta disciplina artística, tenemos la obligación de dar a conocer los beneficios que la música de arte brinda, y así lograr rescatarla y ponerla al alcance de un mayor número de personas; para que, conociéndola, sepan distinguirla, valorarla, gozarla, y disfrutar de sus bondades.

 

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